Después de días sin dormir, de horas en silencio, de tardes enteras sin
salir por no pasar por ésos sitios que recuerdan, de pararte en un banco y
verle, pero saber que sólo es un fantasma de tu imaginación que por un momento
ha evitado que te sientas sola... y llegar a casa, sentarte en la cama de
nuevo, sabiendo que no te vas a dormir, y reprimir las lágrimas que quieren
salirte de los ojos... y entonces, dolor.
Es
una de aquellas veces que no sabes por qué necesitas salir de casa, aunque
vayas sola, aunque no sepas ni a dónde irás, pero necesitas salir. Y cuando
estás fuera, das una vuelta y te paras en el primer banco que ves, sola, viendo
la gente pasar. Llevas los auriculares puestos y precisamente ponen esa canción
que, siempre tan oportuna, consigue que te pongas a pensar y pensar, y
pensar... Es uno de esos momentos en que estás en un banco de cualquier calle a
cualquier hora y ves pasar a la gente deprisa, despacio, corriendo, en bici;
pero en tu cabeza todo es una vaga ilusión y tú sólo eres capaz de sentir la
lágrima que empieza a caerte por la mejilla.
Tengo un
dolor interior que no puedo expresar, una impotencia contenida que no puedo
aguantar, un corazón tan roto que costará arreglar. Creo que él mismo está
dándose cuenta de que necesita otro corazón que comparta sus latidos, y lo
necesita ya. Está cansado de imaginar, de latir de felicidad reprimida después,
cansado de atarse a falsos corazones que después con un latido le expulsan de
su órbita para hacerle caer en el olvido y hacer que sus ilusiones se
desvanezcan. Tiene tantas ganas de aferrarse a un corazón que le haga latir al
mismo son, que por fin le haga encontrar esa felicidad que tanto ansía… ¿tan
difícil es de entender? Felicidad, ¿dónde estás? Te necesito.